Por Horacio González
Durante muchos años, se les ha pedido a sucesivos directores de la Biblioteca Nacional, que procedan a cambiar el nombre de la Hemeroteca, denominada Gustavo Martínez Zuviría. En mi caso personal, recibí durante cinco años este reclamo por parte de numerosas organizaciones y personas. Se trataba de la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados –en dos oportunidades-, de importantes intelectuales de nuestro país y del exterior, y de instituciones vinculadas a la memoria del Holocausto. En todos los casos, hemos respondido con prudencia y llamando a una profunda reflexión sobre este caso.
El prolífico escritor Martínez Zuviría fue durante un cuarto de siglo Director de la Biblioteca Nacional, y durante todo ese período –desde su despacho en el primer piso de la calle México 564-, impartió vehementes opiniones militantes de carácter discriminatorio. Su antisemitismo de combate fue notorio y no se limitó a sus novelas. El investigador Boleslao Lewin fue impedido de entrar a la Sala del Tesoro para realizar sus investigaciones por su condición de judío, y en forma humillante se lo limitaba a la sala general. Un modesto progrom se realizaba así en las instalaciones bibliotecarias. Lewin fue autor de decisivos trabajos sobre Tupac Amaru y la independencia sudamericana, revisando los archivos de la Inquisición en el Perú. Este investigador polaco exilado en la Argentina, dedicó su vida a estudiar la emancipación de nuestros países desentrañando la veta inquisitorial que subyace en la profundidad de nuestras sociedades históricas y que nunca deja de llegar largamente hasta nosotros.
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